“Entonces, de donde eres realmente?”
Esa pregunta siempre me ha molestado. La he recibido más veces que puedo contar con dos manos. Soy realmente de Virginia rural, y mi juventud consistió de Percy Jackson y de muñecas American Girl. Mi juventud no fue uniquo. Nunca he vivido en otro sitio, ese es mi normal. Entonces qué es lo que cree la gente con esta pregunta? Nace de una noción que, francamente, no soy americana. Por lo menos, no soy suficiente americana.
Quien es “ellos” en estas situaciones? No, ellos no son los racistas que uno se imagina, intentando difamar a mi y mi patrimonio. Casi siempre, son personas ingenuas actuando en la asumpcion que no soy de aqui. Ellos no lo hacen para ofender, pero me ven como una manera de validar su conocimiento y promover su enriquecimiento cultural sobre el lugar “exótico” que leyeron en las revistas.
Como digo Shirley Acuna, una Peruana-Americana, dijo para “El New York Times,” “Quieren ponerme en una caja y darme una etiqueta. Entonces la pregunta, ‘que eres’ me ha hecho sentir en la defensiva de quien soy y cómo me presento al mundo.
Ambos de mis padres son de China y emigraron a los EEUU después de la universidad. Creciendo bajo un gobierno comunista, ellos no tuvieron muchas libertades básicas. Mi papá creció con la Guardia Roja aterrorizando su vecindad con su juventud envuelta en la Revolución Cultural. Se fueron a un extranjero país en sus años 20 para una oportunidad a una vida mejor, con solo pocos dólares para rendir. Mis padres creen totalmente en el Sueño Americano, viniendo de un país que es todas cosas pero libre.
La sociedad Americana pone una presión inmensa en inmigrantes o en Americanos de primera-generación para que se unan a las ciertas normas; en sí, ‘Americanizar’ para encajar. El Instituto Pew dice que el 60 por ciento de Americanos de primera-generación creen que son el “Americano típico,” pero solo cuatro-en-diez Americanos-Asiáticos de primera generación hablan su lenguaje nativo. Esto enseña una tendencia que los hijos de inmigrantes se sienten sin conexión con su patrimonio, uno que yo también siento.
A un nivel, americanizar no es saludable. Por su puesto, es normal incorporar partes de una cultura nueva y adaptar a situaciones nuevas. Al contrario, americanizar promueve perder la identidad cultural previa de un inmigrante al favor de tomar unas costumbres Americanas.
Con las tensiones de el clima político y ciertas partes de América volviendo más y más contra-inmigración, inmigrantes sienten una presión de no ser notados. Muchos intentan establecerse como pacíficos para el público general, que creen que se puede hacer con total asimilación.
El narrativo de ‘americanizar’ está presente en muchas casas, y la mía no fue la excepción. Mientras mi papa trabajo en La Armada, el no solo adoptó la postura perfecta y anunciar su ETA (tiempo estimado de llegada) antes de llegar, él también empezó a sentir la presión de ‘conformar al oeste.’ Muchos de sus oficiales al mando que se burlaron de su acento, equiparando su muro lingüístico con incompetencia. En un intento de comprobarse, mis padres han intentado usar la filosofía de americanizar en una luz positiva para crear nuevas experiencias. Esperaban incorporar los mejores aspectos de su juventud china, ya si sea de las golosinas, familia, o tradiciones. Aunque tuvieron buenas esperanzas, mis dos culturas fueron tan distintas, no pude cerrar el hueco entre ellas, aunque no intente muy duro.
Fuimos expuestos a todos aspectos de la cultura asiática – pero desde el tiempo que fui una niña, he separado esa parte de mi identidad de mi vida diaria/ Sentí una urgencia para compensar mi etnicidad por borrar cualquier rastros asiáticos mientras estoy en el público. No quise darles más excusas para dudar de la misma manera que dudaron a mis padres. No púde ser otra estadística; disminuida en otro estereotipo. Mientras estuve en la casa comimos empanadillas hechas en casa y hablamos mandarino en la mesa de cena. En la escuela, me dio pena mi comida con olor distinto y mi apellido. Eventualmente, mis respuestas se volvieron en inglés cuando mis padres preguntaron en mandarino. Me acuerdo de tantas noches que deseé haber nacido en una casa americana normal, donde todas las noches de viernes jugábamos juegos de scrabble, cocinabamos mac y queso, y gran reuniones familiares. Posible que ai yo me sienta lo suficiente americana.
En una escuela como Andover, donde un cuarto de los estudiantes son asiáticos, lo hace mas facil que yo acepte mi etnicidad. Sin embargo, yo conozco muchos estudiantes que no tienen ese lujo. He conocido muchos estudiantes, ambos internacional y domésticos, que se sienten seguros en sus identidades respectivas. Con oír las historias de los estudiantes, me han inspirado apreciar mi patrimonio mucho más. No siento el peso de tener que esconderlo, pero en ves una oportunidad para aceder dos culturas intricas. Mi mezcla de culturas es común en América, entonces no estoy sola. Todavía no siento lista a anunciar mi etnicidad, pero yo mantengo mi identidad con orgullo.
Todavía recibo el ocasional “ni hau” acompañado por un par de ojos esperanzados como un nivel de Duolingo, pero solo me rio a estos comentarios. Siendo solo china o americana no se siente igual. Giordano Liriano, un estudiante Dominicano-Americano en la Universidad de Iowa, lo describió de manera cándida para el Gazette: “Soy el guión porque existo en los dos.”
Tengo orgullos en ser quien soy. Y yo soy una China-Americana